martes, 6 de junio de 2017

          JUNIO.
     Este año ha llegado el verano en un pis pas. Hace unos días hubo que sacar el chubasquero del armario porque las nubes salieron con la misma fuerza que en el mes de enero y el frío traspasaba los huesos. A los dos días abrimos la maleta porque ya habíamos introducido la gorra de visera en ella por si se nos olvidaba para las próximas vacaciones. Un calor insoportable nos invadió, superando los treinta grados como en pleno mes de agosto con el granizo de las tormentas  que nos había castigado sin las futuras uvas de postre por agujerear las hojas de nuestras parras. También la helada de una sola noche evitó que nacieran las cerezas  tardías del árbol cercano a la caseta,  y el viento  tiró sin piedad los albaricoques salmón  ya tan grandes como nueces. 
          Todo en la huerta, salvo los olivos, nos desconcertó. Los pájaros, los pichones en sus nidos, las  picotas caídas y comisqueadas, el estanque más lleno que nunca por la lluvia, el bochorno de ese día de junio y unos visillos rasgados y sucios que se enredaron en el asa de un cubo con agua.

Tornasol.
         

No hay comentarios:

Publicar un comentario