lunes, 12 de marzo de 2012

una de gangsters autor: Enrique Romero


Una de gangsters

La habitación es grande. Hay un crucifijo sobre el cabecero de la cama. Se oye a Aznavour en una radio lejana. Un hombre en camiseta fuma mirando al techo. Las volutas de humo azulado proyectan sombras contra la pared. Suena la cisterna del váter  y entra una joven rubia en albornoz.  Al cerrar la puerta del baño el calendario con la hoja del mes de enero que cuelga de una escarpia clavada en la misma queda bamboleándose un rato.
Sobre la mesilla de noche, junto a un paquete de Gauloises, hay un revolver.
Al verlo la chica dice:- Esto ya no me gusta nada, ¿eh?.
El hombre, sin mirarla, y echando el humo mientras habla contesta:
-Si no querías aventuras no haberte metido en ésta.
-No sé, me lo imaginaba de otra manera. Lo de los tiros y todo eso no me gusta.
-Pues ahora ya no puedes hacer nada, tendrás que seguir hasta el final.
De un perchero cuelga un sobrero de fieltro gris. Suena el timbrazo de un viejo teléfono de baquelita negra. El hombre descuelga.
-Allo? … Oui, c’est moi…. Bien sûre….  A huit heures ….d’accord… a bientôt.
Cuelga, apura la última calada del pitillo y lo apaga en un cenicero de cristal que tiene una foto en sepia de la torre Eiffel.
-¿Qué te ha dicho?- pregunta ella peinándose ante un espejo redondo.
-Que pasarán a buscarnos a las ocho- contesta él guardándose el revolver en una cartuchera que lleva sujeta con correas de cuero en el costado.
-Pues yo no voy, prefiero quedarme aquí.
-Pero no seas tonta, si no te va a pasar nada, te vas a perder lo mejor.
-Que no, que me quedo, los tiros y las persecuciones me ponen mala, me dan taquicardia..
-Pero mujer, si lo estabas haciendo muy bien hasta ahora- insiste él sonriendo pícaramente mientras se acerca a ella y la coge de los hombros.
-Bueno, ya sabes que para las escenas de cama soy una experta.-dice ella acercando sus labios a los de él y besándole suave y cadenciosamente con los ojos entrecerrados.
-Te pareces a Alain Delon- Le dice mirándole emocionada cuando se separan.
-Y tu a Catherine Deneuve- Ambos se ríen
-Bueno, si no quieres venir no vengas, pero recuerda que tienes que estar sin falta a las 9 en el Pont des Arts.
-No te preocupes, allí estaré.
Él se pone el sombrero ligeramente ladeado tapándole un ojo y subiéndose las solapas del abrigo sale de la habitación. Ella se asoma a la ventana y al poco llega un Peugeot 104 negro del que salen dos hombres malencarados. Él les dice algo, discuten, ellos miran hacia arriba y ella se esconde asustada tras el visillo. Uno de ellos saca una porra corta y le golpea con fuerza en la cabeza. Él cae desvanecido y entre los dos lo meten en el coche y arrancan haciendo chirriar las ruedas.
Ella baja corriendo en albornoz a la calle y grita pidiendo auxilio. El coche se pierde por el Boulevard Sant Michel abajo en dirección al río. Se aglomeran algunos transeúntes. Ella llora desesperada. Llegan unos gendarmes y la trasladan a la comisaría. Está tan nerviosa que no puede articular palabra.
-No entiendo lo que me dicen- balbucea entre sollozos sentada en el despacho del comisario- no sé francés.
- D’accord, patientez, s’il vous plait.
El policía se levanta y sale. Hay una gabardina colgando de un perchero. Ella la coge, se la pone y se asoma con sigilo al pasillo. No hay nadie. Sale saludando con naturalidad al policía de la puerta  y se va calle abajo hacia al Pont des Arts.
Al llegar se sienta en uno de los bancos de madera y espera. Suenan las nueve en algún reloj. Es de noche. Ella se abotona bien la gabardina. Mete la mano en el bolsillo y saca una pistola. La mira con sorpresa, luego la empuña y la esconde de nuevo en el bolsillo.
Por el puente llegan andando tres hombres y se paran a unos 20 metros de donde está ella. El del centro sigue caminando. Está herido. Se tambalea y cae. Ella corre hacia él.
-¿Qué te han hecho?-grita ella abrazándole en el suelo.
-Madmoiselle, usted tiene algo que nos pegtenece, dénoslo y no le pasagá nada.-Dice uno de los hombres malencarados.
-Dáselo Madelaine, dáselo y acabemos con esto-dice él con voz entrecortada.
-¿Pero vosotros que coño os creéis? –dice ella levantándose fuera de sí y sacando la pistola del bolsillo. –¿Es que no sabéis que esto no es más que una puta película?  Y da la casualidad de que vosotros sois los malos y nosotros los buenos. Así que joderos, que ya sabéis que en las pelis siempre ganamos nosotros.- Y comienza a disparar, justo cuando ellos ya sacaban sus pistolas, acribillándoles a tiros.
Los malos caen. Uno de ellos se vence por encima de la barandilla y vuela hasta el río. Ella, con lágrimas en los ojos abraza a su compañero herido, se oye acercándose la sirena de la policía y suena la inequívoca música que anuncia el final mientras salen las palabras mágicas “The End”.
Luego se encienden las luces del cine y se quitan los cascos, las gafas especiales y se miran sonrientes.
-¡Buah, tía, el final ha sido alucinante, eres la hostia!
-Si, la verdad es que ha molado, me ha sorprendido a mi misma.
Al salir, el bullicio de la calle Fuencarral les devuelve a la realidad.
-¿Qué, nos tomamos una cañita en el Comercial para despejarnos?
Y cogidos de la cintura se pierden entre la gente mientras cruzan la glorieta de Bilbao.


Enrique Romero, Madrid, enero de 2009

3 comentarios:

  1. Muy bueno Enrique. Creo que te lo habia oido leer, pero no estoy seguro. Desde leugo , yo prefiero leerte a ti y a todos. Aprecio mas lo escrito acomodandolo a mis palabras. me ha gustado mucho
    Cesar

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  2. Hola, Enrique: como siempre, eres un dialoguista estupendo y tus historias urbanas son distintas, merveilleuses.... toma ya. ¡ah! inclúyeme en el blog, yo no me aclaro. Maribel o Tornasol

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  3. Tiene un desarrollo interesante, sobre todo por los diálogos. Y lo de que sea tan descriptivo va bien con la idea de película. Pensé qu eestabas con AL FINAL DE LA ESCAPADA al principio pero luego se ve que es un popurrí de varias pelis francesas. Quizás se podría jugar más con la gracia del final, de las gafas y los espectadores.

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