miércoles, 21 de marzo de 2012

BODAS DISTINTAS

 LA NOVIA.-  El vestido de raso blanco se encogía con empeño por la pinza derecha, a la altura del estómago, pero aún se le adivinaban más incómodas las puntadas del lado izquierdo, astutamente escondidas tras la torera con ribetes de perlitas.
          Los párpados de la protagonista del enlace, entre malvas y azules, parecían bañeras ovaladas que comenzaban a llenarse con un goteo de grifo sin final. Mientras, un adolescente con una sombra desagradable en el labio superior y faldones ribeteados de encaje, preparaba todo lo necesario para celebrar el sacramento del Matrimonio. Mari y Manuel era la feliz pareja.
          La iglesia moderna con cristaleras tornasoladas, pero sin ningún santo en las paredes, descubría el altar de estilo clásico, con una reproducción de La Piedad. Mucho más pequeño a un lado, un cuadro de Las Bodas de Canaán y al otro, una estatua de la Virgen Milagrosa. Nada más entrar el sacerdote y pronunciar las palabras de rigor, la novia alzó tímidamente la vista hacia la Virgen, como esperando que ésta le hablara:
          -Pero Mari, ¿estás segura de lo que vas a hacer? Eres tan niña y tan ingenua. No conoces apenas a la familia de Manuel, ¿no te parecen un poquitín cursis?
          La novia, tras alzar las cejas, torció con disimulo sus gordezuelos labios  e hizo como si rezara. Miró a la madrina, todavía joven, esbelta, con pamela granate a juego con el vestido ajustado por la cintura. Estómago plano, las pinzas cosidas a la perfección y con semblante de seguridad y prepotencia. Esta visión obligó a Mari a sacar por entre las puntillas de la manga tres cuartas su pañuelito de batista para secarse el abundante sudor.
          El cura continuaba con la apología de esa próxima unión a punto de hacerse realidad por los siglos de los siglos. La muchacha volvió a implorar a la Virgen la descargara de la embarazosa situación, y la Milagrosa, como buena Madre, seguía machacándola sobre su inexperiencia:
          -Pero hija, es que tienes unas cosas... ¿a quién se le ocurre hacer caso a tu amiga Conchita no poniéndote las gafas en un día como hoy? Con tus kilos (que quíen diría llevas dos meses yendo al gimnasio)  y no viendo ni torta, te caerás a la primera de cambio, mujer.
          Mari, ya harta de tanta advertencia, le replicó: ¿Y para qué estás tú si no es para remediarlo?
          Pasó el Evangelio, sin apenas enterarse de si el relato sagrado era de San Lucas o de San Juan, ni del tiempo que había transcurrido. Mari creyó oir un eco confuso, lejano,  que se inmiscuía entre carcajadas de los invitados más jóvenes, tras los fulgores del exquisito órgano, para terminar adentrándose por los oidos de los más ancianos, ansiosos de críticas de todo tipo. El techo, minutos antes altísimo e inmaculado, se tornaba paulatinamente  gris rata y la escayola de los florones en relieve caía en picado, aplastando sin piedad las florecillas de organdí que Mari lucía en su cabeza.
     -Maria Alfonsa Eulalia Concepción, ¿quieres por esposo a Manuel Sánchez Bustarviejo?
     -Sí, quiero, -escucharon los invitados con un murmullo apenas perceptible.
     .Manuel Sánchez Bustarviejo, ¿quieres por esposa a Maria Alfonsa Eulalia Concepción García Ruiz?

     Silencio de cementerio.

     La madre de Manuel  atravesó con un puñal en la mirada al hijo tembloroso y éste cayó en redondo al suelo, sin poder contestar siquiera al sacerdote.                                                              enero 2012.   Tornasol

1 comentario:

  1. Me gustan las ensoñaciones de la protagonista con la Vírgen, cómo se sugestiona con las dudas. Muy bueno.

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